En el otro extremo de la vida, un grupito de prepúberes graba su entrenamiento ciclístico, tal como lo hacíamos todos cuando chicos. Claro que en ese entonces, el acceso a una cámara de video era mucho más limitado, así que son pocos los registros existentes. En esa grabación corren la adrenalina (sí, es cierto: ésa es adrenalina pura), las voces impostadas expeliendo frases clichés del subgénero del periodismo deportivo, articuladas con cuanta chuchá sabe el animador en cuestión, en plena fase de la coprolalia.
¿Qué es lo que me impresiona? me impresiona que haya sido tanto el éxito del Tarro y sus amigos por 2 cosas: por la inocencia del juego y por la manía de algunos de reirse de las caídas ajenas. Ambas caídas. Una con resultado de muerte y la otra con magulladuras faciales que pasarán a ser parte de su historial. Cómo podemos reirnos de un niño que con su inocencia nos dice que en la vida siempre hay obstáculos y nos enseña a superarlos. Pero, principalmente, nos ayuda a olvidar la terrible realidad de Erasmo.
Erasmo Henriquez